En memoria de los símbolos perdidos requiem de formas y músicas. 2011

GIORDANO, MARINA.

El símbolo es un 'puente' hacia un otro lugar. Según el lenguaje que se emplee, su significado adquiere matices diversos, como distinta es la dimensión 'otra' hacia la cual conduce. En la antigua Grecia, de cuya lengua viene la etimología de la palabra, el symbolon (de symballo, poner juntos) era un objeto (anillo u otra señal) fragmentado irregularmente en dos partes, cuya reconstitución era útil como medio de reconocimiento o de control, emblema, por lo tanto, de una pertenencia, una identidad, una relación con los demás. Si en el psicoanálisis se refiere a aquellas actividades psíquicas u oníricas que revelan los mecanismos escondidos de la inconsciencia y en el léxico científico corresponde a signos gráficos indicadores, por convencionalismo, de entidades o dimensiones, en el Cristianismo el símbolo comprende los principales artículos de fe (resumidos en el Credo niceno-constantinopolitano) que están en la base de la vida del creyente, reglas que, como un pacto, destacan la relación entre el Hombre y Dios. El tótem (del término oteteman que, en la lengua de los Indios de la religión de los Grandes Lagos, quiere decir: „el que forma parte de mi parentela) es la argumentación de una correspondencia ancestral con seres (plantas, y sobretodo animales) considerados antepasados míticos y sintetizados visualmente en simulacros, ídolos, fetiches emblemas de un clan o la visualización de uno espíritu protector, con valor apotropaico, religioso y a la vez social. Sean el símbolo y el tótem, pues, que nos vuelven a llevar mas allá de ellos mismos, reenlazan los hilos entre lo visible y lo invisible, evocan una relación y llevan a cabo una traducción en imágenes, ya sea ella literal o visiva, sígnica u objetual. Reflexionan sobre su valor y sobre la gradual perdida de su fuerza en la sociedad contemporánea, estos dos conceptos han sido elegidos como protagonistas de la instalación visual-sonora My totem: requiem for symbols, firmada por el pintor y escultor Luca Pantina (Petralia Sottana, Palermo, 1978) e por el escritor, músico y performer Carlo Guarrera (Catania, 1960). ¿Por que un requiem? ¿Por qué dedicar al símbolo una celebración en memoria de un difunto? Rememorando el pensamiento de célebres autores que han estudiado el poder como “base sensible para elevarse hacia las esferas superiores”,1 “potencia dinámica” de la imaginación”,2 y a menudo han relevado las debilitación de la cultura occidental, cada vez más materialista y prisionera en las cuerdas de la intranscendencia, los dos artistas han querido reflexionar sobre la gravedad de esta pérdida y sobre la cogente transformación de los símbolos en meros iconos, logos vaciados de sentido de lo cuales muchas veces nos apropiamos sin tener una conciencia real. A esto, después han adjunto la amarga constatación de la progresiva sustitución, por parte del hombre contemporáneo, de la dimensión sobrenatural y espiritual en favor de nuevos ídolos –desde el teléfono móvil cava vez más sofisticado (IPhone) al Mac Book – simulacros de una religión de la mercancía, del consumismo, de la soledad escondida por el aparente sentido de posesión del mundo gracias a la tecnología, pujante, fascinante, estéticamente siempre mas atractiva, e inexorablemente destinada a la obsolescencia. Estos fetiches contemporáneos son traducidos en figuras totémicas por Luca Pantina, que realiza pequeñas esculturas de madera pintada, cuya técnica manual no esconde la palpitante vitalidad del material trabajado de manera artesanal, dejándolo en algunos casos a la vista, voluntariamente sin privarla de imperfecciones. Son sus doce tótems, aproximadamente de cincuenta centímetros y dispuestos en pedestales, doce estaciones, dispuestos a menudo, no a caso, a formar una estrella de David: “Una disposición simétrica – afirma el autor - con referencias a las doce tribus hebreas, a los doce signos de lo Zodiaco, a la Jerusalén celeste con planta horóscopica cuadrada. La ciudad posee doce puertas con los nombres de las doce tribus de Israel. Las puertas son orientadas en grupos des tres. Y después la referencias al 2012, ya cercano...”. El primer tótem de la serie, de hecho, Call to 2012, que como en una cuenta atrás reconduce al año fatídico en el cual debería suceder un evento terrible que encaminaría al fin del mundo, según profecías hipotéticamente basadas en el calendario Maya y muy difundidas a través de internet. Todos los tótems, sobretodo aquellos explícitamente dedicados a objetos como el IPhone, el ordenador portátil o la pantalla LCD del televisor, son recorridos por signos, algunos mas evidentes – el Taijitu (Tao), la estrella a seis puntas -, otros similares a una escritura cuneiforme, arcana, que al mismo tiempo cumple la función de destacar un ritmo visivo, trazan algunos pattern sobre la superficie pintada de la madera. Otras veces, como en Ufo o en Aquarium, el artista delinea también algunas figuras pintadas, ságomas sin identidad, caras de marcianos, planetas, signos zodiacales, o la impactante forma de un hombre en pose meditativa que emerge desde una pantalla, referencia que deriva hacia la moda de muchas practicas orientales como lo yoga. A recrear la sugestión mística de un rito, un rito de la memoria, un homenaje a los símbolos perdidos a través de la presentación, no privado de ironía, de aquellos fríos y anónimos que los han sustituidos en nombre de un „sacro tecnológico, como lo llaman los dos autores, contribuye de manera determinante la música de Guarrera, fruto de una mezcla de piano, varias voces e instrumentos electrónicos. Sugestiva aunque descarnada, solemne, cautivadora, envolvente, sublima la escabrosa materialidad de la madera trabajada a mano por Pantina y su pintura de ductus enérgico y palpitante, recreando un ambiente multisensorial de densa fascinación. Lo sonoro es fundamental para engendrar misterio y el a ratos inquietante itinerario de el espectador en el laberinto desplazante de los tótems, una especie de recorrido iniciático, de viaje al interior de si mismo y la propia memoria personal que si injerta en aquella colectiva evocada por los tótems levantados como estelas votivas. El visitante es, entonces, conducido de la mano hacia un nuevo descubrimiento de si mismo, aquel que el reflejo de varias superficies reflejantes puestas en cima de los pedestales de las doce esculturas restituye de manera solo parcial, como fragmentos de existencias y de identidad que solo en el tótem „mayor, completamente reflejante, puede recomponer.

 

 

1 GUÉNON,R.(2010) Símbolos de la ciencia sagrada, Adelphi, Milano, p. 20

2 DURAND,G.(1962): Las estructuras antropológicas del imaginario. Introducción a la arquetipología general, Edición Dedalo, Bari, p. 21

 


Obras: My Totem Requiem for Symbols 2011